En el almuerzo servían una empanada de horno de entrada. Luego una cazuela de gallina de caldo dorado donde nadaban los porotitos verdes, un trozo de zapallo y una enorme presa de pollo rociada con una lluvia de perejil picado. Luego traían una paila con pastel de choclo. Y de postre, una rebanada de sandía. Eran comidas suculentas de campo al pie del cerro La Campana.
Manuel Peña Muñoz. Valparaíso.