Allí teníamos que desfilar impávidos, tal como nos habían enseñado, sin hacer señas ni sonreír, sin demostrar sentimiento alguno y concentrándonos solamente en el ritmo marcial para que no equivocáramos el paso, cuando yo lo que verdaderamente quería era equivocar el paso y escabullirme entre esa multitud para regresar a casa.

Manuel Peña Muñoz. Valparaíso, la ciudad de mis fantasmas.