Cuando pequeño, cada vez que salía a cenar con mis padres en Punta Arenas pedía mi plato favorito: Un bistec a lo pobre. Usualmente los mozos me quedaban mirando con cara de incredulidad. A penas llegaba el plato yo comenzaba reventando la yema del huevo sobre las papas fritas, cortando un trozo de carne y agregando un toque de cebolla frita. ¡Qué maravilla! Cada bocado era una delicia. Así avanzaba feliz hasta que no quedaba nada. Mis padres sonreían y el mozo afirmaba cuando volvía por los platos: "Come harto el niño". Así llegaba el momento del postre y el cierre perfecto: Un panqueque con manjar. Entonces la felicidad era absoluta. (Fotografía: Restaurante Galindo, barrio Bellavista) #Santiago 😋🍴 (en Santiago, Chile)